jueves, 4 de septiembre de 2014

Circumvent

Dicen que el cuerpo tiene memoria,
cicatrices, golpes, tus manos,
que perduran en la historia
y duelen a más no sangrar.

Retuérceseme la conciencia,
porque sin saber devuelves golpe...
Pido a mi vida paciencia,
porque no tengo fe en mi.

Nunca aprendí a callarme,
quizás el problema partiera de esa base,
quererte más que amarme.

Jamás aprendí a no perdonarte.

Más noches de insomnio que vida,
callabas las lágrimas al otro lado,
temía acertar con mi ida
y me quedo por miedo a hacer lo correcto.

Tenías tantas ganas de no equivocarte
y te admiré tanto por ello
que acabé huyendo
para provocarte...

Nunca entendí las noches sin Luna,
o las flores secas en libros
de cuna
que leen esos padres que no abandonan.

Tengo la sensación de no haber nacido,
nunca haber pisado la Tierra.
Y es que no coincido.

Algún día diré sin reproche
a ese fantoche que cruza miradas
pendiendo de hilos...
que el último sueño que tengo en la vida
es poder pasar invierno
sin recaída.

Y aquí vienen los melancólicos amantes,
que por lluvia y alcohol acaban ambos igual de 
viciosos, enfermos y degradantes
paseando su cuerpo por plazoletas. 

Curiosas vistas las de borracho,
tumbones y besos que no recuerdo,
confesiones de noche
que ignoré al cero.

'¿Quién diría?'
me dices ahora, con la misma botella
que te excusó al caer en mi cama,
con ese mareo, 
al cual tú medías.

Y espérame ahí,
bajo las letras de plata de la primer noche,
con esa humedad post lluvia
que deshacía oblicuos donde más esconde.

'¿Cómo lo diría?'
que tardé en aceptar cada tanda
al menos dos días
y media resaca.

El café de terraza me dijo
que al fin lo había hecho y no fue tan malo,
pero la tortura de horas pasando 
sin hacer referencias...

Esa me decía,
que era cobarde como yo sola,
que no era capaz de asumir la vida,
que yo te quería pero realmente no importa.
Que la noche era una y ya está,
'olvídalo ya, porque la vida no es corta'

Entonces pasó.
Como quién no quiere la cosa, 
ahí estaba yo.

En tu regazo yacía temblando,
tus brazos rodeándome
y mi piel versos dejaba ver.

¡Quién iba a creer!
que por una vez hice algo en regla, 
que no fue el destino, sino mi desorden
mi mente marchita que cansada otorga.

Y ésto que está bien
va por ese,
que cada noche 
abraza fuerte
como quien no quiere
ni un segundo perder.

Que hace lo que nadie es capaz, 
que me desborda de vida y no quiere aceptar
que el invierno es bonito gracias a él.

¡Quién quiera que aprenda a entender!
nunca me adaptaré a ser en cuadrícula,
alboroto de temas en el mismo tramo.

Aunque siempre acabo igual,
ya ni siquiera rimo o sigo métrica, el caso es acabar.
Acabar diciendo que quiero y voy a querer.

Al fin y al cabo,
eso es lo que 
me arrancas del pecho 
a querer hacer.